Hábitos, costumbres y tradiciones (tan aparentemente intocables en tiempos de «normalidad») fueron «descarrilados» por la fuerza descomunal de la crisis sanitaria, hasta hoy, más grande de la historia, provocada por el capitalismo. Bodas, cumpleaños, bautizos, exequias... ritos, procesiones o heredades a cuál más, se suspendieron, se modificaron o se postergaron bajo los designios de la COVID-19 y toda la parafernalia desatada por la irracionalidad del capitalismo y de sus mass media.

Ilustración tomada de Definición. Foto: Ilustrativa

 

Aquellos que, abrazados a sus dogmas, juraron jamás faltar a los ritos de su elección, se quedaron sin su misa y sin homilía. Todas las rutinas se trastocaron. «Cambió», provisionalmente, la catarata de estereotipos matutinos ejecutados (a veces con orgullo) por padres e hijos al emprender el día y precipitarse hacia la jornada laboral o escolar. «Cambió», en apariencia, el rito de la higiene y la vestimenta, el peinado, el perfume y el saludo. «Cambió», momentáneamente, el «ritmo» de la calle, del transporte y la supervivencia entre enjambres de automóviles, trenes y motocicletas. «Cambió» el smog y la polución sonora. Así sea por una temporada. ¿Cambió todo para que nada cambie?

 

Ahí donde hubo cuarentena, obligatoria o voluntaria, hubo «cambios» para gustos y disgustos. Toda la estructura cultural burguesa sufrió un cimbronazo enorme. La rutina monstruosa, fabricada para estandarizar la explotación de la mano de obra, con sus jaurías de engaños y sus lavados de cerebro cotidianos, se fisuró sensiblemente. Quedó a la vista el esperpento descarnado del capitalismo y sus muy pocos dueños usureros. Como en el «Mago de Oz». Eso explica la «infodemia» desatada para remendar las fisuras del sistema y evitarle visibilidad al sujeto social transformador. Que no vea el desastre (del que es cómplice involuntario) contra sí mismo. Que no se note el despojo y que siga pareciendo progreso. Por eso les urge «volver a la normalidad».

 

Todo lo enunciado como invencible, tartamudeó zarandeado por el «virus» (de origen accidental o experimental ¿algún día lo sabremos?). Todo lo que nos vendieron como inamovible se doblegó en la suma de los contagios y los decesos. Lo sólido se disuelve. Las «grandes verdades» del establishment resultaron ser paparruchadas de tecnócratas que, donde juraban que había «carencia de recursos», aparecieron mágicamente con carretadas de asistencialismo. Estado subsidiario de emergencia, antes de que se les escape de las manos el «control» social y se les esfume el «estado de derecho» burgués. Solo el miedo al contagio contuvo a las masas. Todo lo demás quedó al desnudo. Nuevamente. Y se desató un vendaval «renovado» de falacias.

 

Si, como se dice, «la verdad nos hará libres»… se entiende por qué se la persigue, se la desfigura y se la prostituye tan febrilmente en las mazmorras ideológicas de las oligarquías. Las tácticas y estrategias de las falacias mediáticas se han perfeccionado y se producen en serie desde los laboratorios de guerra sicológica mejor disfrazados. Algunos se llaman «noticieros». Y nos mienten, a mañana tarde y noche, bajo el cobijo, incluso, de empresas y gobiernos en países «democráticos». Hay que ponerle punto final a eso.

 

Falta a la verdad el periodismo que se solaza en las consecuencias y no explica las causas.

 

Falta a la verdad el periodismo superpone su opinión al devenir de los hechos.

 

Falta a la verdad el periodismo que se alía a las agendas de los poderosos en contra de los débiles.

 

Falta a la verdad el periodismo que engorda calumnias para granjearse dinero y/o simpatías.

 

Falta a la verdad el periodismo empeñado en halagar intereses de cúpula e ignorar testimonios de los pueblos.

 

Falta a la verdad el periodismo que se rinde a la «obediencia debida» ante injusticias editoriales.

 

Falta a la verdad el periodismo que pone al capital por encima de los seres humanos.

 

Falta a la verdad el periodismo que pierde solidaridad con las luchas emancipadoras de los pueblos.

 

Falta a la verdad el periodismo que no denuncia los intereses del saqueo de recursos naturales de los pueblos.

 

Falta a la verdad el periodismo que se hace indiferente ante la explotación de los trabajadores en todo el mundo.

 

Estamos infectados con retahílas de afirmaciones imprecisas, con sustento paupérrimo y próximas a la calumnia, referidas a la situación actual del mundo y de la pandemia. La verdad sometida a un bloqueo económico demencial, sometida a sanciones ideológicas imperiales y algarabías demagógicas en defensa de la «libertad de expresión» burguesa. En los noticieros de todo tipo han fabricado infamias descomunales, que nada le envidian a los peores libelos de Miami. Ningún rigor informativo, encuestas adquiridas en fuentes de derecha y un «tonito» de superioridad que parece haber olvidado la situación de emergencia a que está siendo sometida la humanidad por culpa del capitalismo. ¿Alguien lo duda?

 

Ese «periodismo de guerra», también de pandemia, debe repudiarse. Ya se prepara el clan de los monopolios mundiales, están en el horno cientos de fake news nuevas. Las tendremos temprano con el desayuno. Es muy probable que a los directores o directoras de noticias les guste la usurpación y la injerencia, sea de donde sea, que ayuden voluntariosamente a profundizar la agresión imperial contra la especie humana y que les importe un bledo el respeto a la soberanía de los pueblos y no la intervención en la vida política de cada país, aunque lo disfracen como «noticias internacionales».

 

En la fase actual de la pandemia (si alguien sabe cuál es que avise) la «información» copia los formatos de una prensa que en nada hace justicia a las mejores tradiciones periodísticas. Todo lo contrario, las envilece. No seamos cómplices. Quizá no sea mucho lo que pueda hacerse con unas líneas de protesta y denuncia, pero mucho se hace no permitiendo que gane el silencio. Ni la impunidad. No debemos aceptar la impudicia oligarca cuando exhibe falacias peligrosas como si fueran verdades atesorables. Somos los indicados, e indicadas, para darle un lugar a la denuncia. Tenerlo en cuenta, comentarlo y compartirlo. Desterrar los vicios históricos y las deficiencias en nuestros modos y medios de producción informativa. Que no nos gane el silencio.

 

Autor: Fernando Buen Abad | Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

http://www.granma.cu/cuba/2020-08-18/el-gran-circo-de-los-cambios-y-de-las-premuras-18-08-2020-23-08-30