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Como suele suceder con eventos de la magnitud del nivel de esparcimiento del Covid-19, el mundo ha comenzado a prestarle una mayor atención al desarrollo de la enfermedad como nunca antes en los últimos cuatro meses, desde sus primeros brotes en Wuhan, a pesar de que sus márgenes y el potencial de infección de esta nueva cepa de Coronavirus ya era grave en el marco de su despliegue al interior de la sociedad más numerosa del mundo: China. Es decir, sólo la presencia del Covid-19 en Occidente y la rapidez y la amplitud con la que éste se abre paso entre sus poblaciones ha empujado al resto del mundo, a través de diversos organismos multilaterales, a sobreestimar los efectos que el virus podría tener en el futuro, con el propósito no necesariamente de generar pánico entre las masas o de establecer un estado de emergencia generalizado y caótico, sino, antes bien, con el objetivo de anticipar escenarios y posibilidades en las que este virus se agrave, mute y se radicalice en sus efectos.

Crisis mundial, coronavirus y capitalismo moribundo: un cóctel mortal

Andrés Piqueras

Profesor de Sociología y Antropología Social. Universidad Jaume I

Sería demasiado ingenuo creer que la crisis financiera y los terremotos económicos que vamos a padecer por una larga temporada son sólo consecuencia del corona-virus. La economía capitalista está tocada desde hace bastante tiempo. El crecimiento anual a escala mundial se ha ralentizado en torno al 2,5%. EE.UU. creció al 2%, mientras que Europa y Japón lo hicieron al 1%. En concreto Italia ha venido arrastrando 17 meses consecutivos de declive en la actividad manufacturera. Parecida contracción que en Francia, donde la actividad de las empresas (índice PMI) cayó 1.3 puntos, hasta 49.8 (por debajo de 50 significa que más de la mitad de las empresas no tienen ganancias).

Rafael Bautista S.

ALAI AMLATINA, 05/02/2019.- La “edad de la inocencia” ha dejado de ser un patrimonio etario y se ha impuesto como la fisonomía “democrática” de la opinión pública. En las redes sociales se puede comprobar cómo esta democratización dista mucho de ser un ejercicio político y se constituye más bien en la domesticación y masificación de la población mundial. Esto se destaca en el complot contra Venezuela. Mientras toda la historia de invasiones gringas nos da todos los argumentos para subrayar la crisis de credibilidad de la demagogia imperial, basta la exaltación de la mitología gringa (“libertad de expresión”, “sistema democrático”, “derechos humanos”, etc.) para que la opinión pública tribute sus prejuicios coloniales como única moneda admitida por la retórica informativa del dólar.