Otro año más, llega el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el 8 de marzo, día histórico de reivindicación de derechos laborales y sociales de las mujeres trabajadoras. Han pasado más de 100 años desde aquella II Conferencia Internacional de Mujeres en Copenhague de 1910 que aprobó la resolución que dio nombre y significado al día, y gran parte de sus reivindicaciones siguen vigentes.

En el año 1975, la ONU en su Asamblea General proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, eliminando el término trabajadora y el color rojo significativo del movimiento feminista lo cambió por el lila. Todo ello no fue en balde, no hace falta más que echar un vistazo alrededor y veremos los últimos 8 de marzo teñidos de morado y en los que no todas reclaman los derechos para las mujeres trabajadoras y obreras, sino para todas las mujeres. El interclasismo ha llegado a nuestro 8 de marzo para quedarse, como siempre hace el capitalismo, provocando que la molesta connotación de clase social se desvanezca, como si de una anticuada patraña se tratara, algo desfasado, rancio y con olor a naftalina. Actualmente, en el 8 de marzo moderno, nos manifestamos de forma festiva, luciendo colores y sonrisas, con mucha música, sin banderas rojas, sin símbolos, todas juntas al unísono.

Sin embargo, aunque hemos cambiado de siglo, de color y “hemos pasado” a la esfera interclasista de movilización, la problemática que originó la reivindicación inicial sigue presente, los niveles de explotación laboral aumentan conforme la contradicción capital-trabajo se agudiza y la sobreexplotación de la fuerza de trabajo hace especial mella en las mujeres. Son las mujeres las primeras en reducir sus jornadas laborales para cuidado de menores y mayores, teniendo esto una repercusión en sus ingresos para el resto de sus vidas, incluida y especialmente la pensión. No se plantean en estas reivindicaciones post modernas que se debata sobre posibles servicios sociales que no impidan a las mujeres madres a tener que perder como mínimo 1 año de su vida laboral para quedarse cuidando a sus bebes, cuando el permiso por maternidad no supera las 16 semanas, porque la alternativa es andar pidiendo favores a abuelas, madres, tías y hermanas, para que se queden con la criatura durante la jornada laboral. Si hubiese que pagar a una niñera, igual no merece la pena trabajar pues sería lo comido por lo servido.

Se habla de techos de cristal siendo esto una consecuencia de la maternidad en las grandes esferas. Sin embargo, no se pone el foco de mira en su causalidad, que afecta a todas las clases, y muy especialmente a las mujeres obreras, ¿por qué no exigimos la gratuidad de todos los servicios necesarios para que la madre pueda incorporarse a trabajar en cuanto se le acabe el permiso, a todas luces insuficiente? ¿por qué nadie habla de exigir los servicios sociales necesarios que relevarían a las madres e hijas obreras de sus labores de cuidados? ¿por qué al capitalismo no le interesa visibilizar ese trabajo que realiza la mujer, especialmente de la clase trabajadora, cuando realiza labores de reproducción de la fuerza de trabajo? Evidentemente al sistema capitalista y a su oligarquía les interesa que este trabajo, sobre el que se sustenta un buen porcentaje de los beneficios netos del sistema, siga invisibilizado.

Hay muchas trabajadoras que jamás podrán aspirar a ningún techo, pues simplemente con intentar sobrevivir la maternidad, sus labores cuidados y de reproducción de la fuerza de trabajo tienen suficiente. Estamos llegando unos niveles de riesgo de pobreza o exclusión social que también denotan una brecha de género que ya superó el punto porcentual en el año 2017 (según Eurostat).

Es por todo esto que desde los Comités para la Unidad Obrera reivindicamos un 8 de marzo para las mujeres trabajadoras, no tenemos nada que celebrar y sí mucho que denunciar.

No queremos un 8 de marzo festivo ni interclasista ni postmoderno.

Porque somos más de la mitad de la fuerza, somos más de la mitad del trabajo y entre todos y todas vamos a tirar el sistema abajo.